Versión estenográfica del mensaje del doctor Ricardo Monreal, en la Tercera Sesión Ordinaria del Consejo Nacional de Morena, para ratificar a la doctora Claudia Sheinbaum Pardo como Coordinadora Nacional de los Comités de Defensa de la Cuarta Transformación
Credito : Martha Lucia Bonilla Ramirez Coordinadora de Medios e Informacion Diario Circulo Poblano.
Estimados gobernadores y gobernadoras.
Compañeros, compañeras del Consejo Nacional.
Secretarios, secretarias, servidores Públicos.
Me complace saludarlas hoy, saludarlos hoy, a unos días de que nuestro Movimiento celebre 12 años de su nacimiento como asociación política.
En una década, Morena hizo y sigue haciendo historia transformando la vida pública de México.
Ningún Partido, ningún Movimiento ha logrado en tan poco tiempo gobernar a tantos millones de mexicanos y mexicanas a nivel municipal, estatal y desde hace cinco años la Presidencia de la República.
Esto se debe al liderazgo social y político del licenciado Andrés Manuel López Obrador, un hombre que logró organizar y conducir un Movimiento social, extraordinario, que ha sabido ganarse la confianza y el amor del pueblo de México.
Pero también se debe al implante territorial que Morena logró como Movimiento social al servicio de los sentimientos, las causas y las demandas del pueblo de México, y que por ningún motivo debemos abandonar o soslayar.
Hoy mismo estamos aquí, en reunión, con el Consejo Nacional de nuevo Movimiento para dar cauce formal a uno de los grandes cambios históricos que está impulsando Morena y sus aliados para la vida pública de México.
Me refiero al cambio generacional y de género que representa la doctora Claudia Sheinbaum Pardo, como nuestra Coordinadora Nacional, candidata al cargo del Poder Ejecutivo Federal y segura Presidenta de la República.
Quienes nos encontramos aquí hoy, debemos sentirnos orgullosos de ser actores y testigos de este gran cambio histórico que estamos impulsando como Movimiento social y político, y electoral del pueblo mexicano.
Sin embargo, no podemos olvidar que a toda acción corresponde una reacción, y mientras más grandes son los cambios, mayores serán las fuerzas que buscarán revertir, neutralizar y desviar los efectos de nuestro Movimiento.
Toda transformación trae consigo el impulso de la restauración. Quienes perdieron sus privilegios, prebendas económicas, fiscales, presupuestales y políticas, buscarán ahora recuperarlas, reinstalarlas y reforzarlas. Es natural.
En la próxima elección podrá haber una larga lista de candidatos y partidos en campaña, pero sólo dos opciones, dos caminos, dos proyectos: seguir y profundizar el sueño de la transformación nacional, o restaurar la pesadilla de la desigualdad, la pobreza y la corrupción.
Para muchas personas expresar esto es polarizar. Para nosotros concientizar. Para muchos y muchas es fomentar el odio social. Para nosotros, la conciencia ciudadana.
Estamos muy bien ubicados en el ánimo y en el corazón de la ciudadanía, pero haríamos muy mal en confiarnos, en pensar que la próxima elección será una cuestión de mero trámite, o en un día de campo, y, en consecuencia, no convencernos de que nos necesitamos todos.
Debemos buscar no sólo a los nuestros, sino a las personas escépticas, a los indecisos, a quienes no perciben que este proceso sea adecuado.
Debemos convocar a todas y a todos, incluyendo a simpatizantes y militantes de otras opciones políticas, al igual que a ciudadanos y ciudadanos libres de todos los credos, preferencias sexuales, ideológicas y condición social.
Tenemos grandes retos qué enfrentar.
Vamos a los comicios más grandes en la historia electoral del país, con un número de cargos públicos que se disputarán: ¡2 mil 246 cargos públicos!
Ganar la Presidencia de la República, ¡sí!, es un objetivo importante, quizás el más importante, pero necesitamos ganar también con nuestros aliados, la mayoría calificada del Congreso, la mayoría absoluta en los congresos locales en juego; las nueve gobernaturas en disputa, refrendar y ampliar nuestra presencia en la mayoría de los ayuntamientos por definir, al igual que en las alcaldías de la Ciudad de México y las juntas municipales del país.
De poco serviría al proyecto de transformación nacional que sólo ganáramos la Presidencia de la República, pero no la mayoría en el Congreso de la Unión ni en los congresos locales. La transformación sería una simple rehén de la restauración.
Para que esto no suceda, nos necesitamos todos y, ante todo, y sobre todo ir en unidad a la contienda.
No hablo de la unidad retórica o discursiva que suele ser falsa, simulada, sino de la unidad orgánica territorial y sincera, la que se obtiene mediante el diálogo, la negociación, el acuerdo.
Hablo de la unidad que se obtiene mediante la suma y la multiplicación de expresiones, no mediante la resta, la exclusión, o la imposición de grupos o corrientes.
Venimos de un proceso interno que movilizó a la militancia, a los simpatizantes de Morena.
Quiero decirles que me sorprendió mucho la primera parte de este proceso que concluyó satisfactoriamente en estos 70 días. La preferencia ciudadana hacia nuestro Movimiento creció 10 puntos en promedio, y eso, felicito al Partido, a Mario, a Citlalli, a todo el Comité Nacional, al Consejo y a los dirigentes en cada uno de los estados.
Pero nos falta la segunda parte de esta movilización, que es garantizar la cohesión.
Es momento, ¡sí!, de dejar atrás los personalismos y evolucionar hacia la organicidad del Movimiento.
Esto implica no caer en los sismos que han dado al traste con otras organizaciones de izquierda: el sectarismo, el clientelismo, el corporativismo y el utilitarismo electoral.
Esta unidad orgánica nos permitirá enfrentar de mejor manera los desafíos que están presentes.
Uno, grande, grande, es atraer nuevamente a las clases medias mexicanas que estuvieron con nosotros en el 2018 y que por diversas razones se han alejado.
Debemos dialogar con empresarios nacionalistas, con los profesionistas independientes, con trabajadoras y trabajadores, con los campesinos que empiezan a alejarse, con los emprendedores que se sienten marginados de los beneficios.
Con los comerciantes que luchan cada día por mantener abiertas sus fuentes de trabajo y cumplir con sus responsabilidades legales, con académicos, con intelectuales, con la comunidad universitaria, con asociaciones religiosas y actores de la sociedad civil, con comunicadores y con medios de comunicación.
Y no me refiero a los aspiracionistas, que han hecho del individualismo una posición su credo social y económico. Hablo de los inspiracionistas, que han hecho de la innovación, de la creatividad, y del conocimiento, y del respeto al medioambiente, una economía, una ciencia, una cultura, una forma democrática de vida.
Buena parte de ellos son jóvenes, que además de representar una tercera parte del electorado, son la fuerza generacional que le está dando a México la esperanza de un mejor futuro. Vayamos al encuentro de ellos y con ellos, ¡ya!, sin dilación y sin titubeos.
Los restauradores reaccionarios son capaces de todo, incluso de pedir la intervención extranjera si se ven perdidos.
Cada 12 años la realización de elecciones presidenciales de México y Estados Unidos coinciden. Y cada 12 años los conservadores de allá y de acá se unen para usar a México como una piñata electoral.
Por supuesto que ambos países debemos ayudar, cooperar y colaborar en los problemas y desafíos que nos impone nuestra economía creciente, integrados a una agenda que incluye temas como narcotráfico, lavado de dinero, agua, contaminación, seguridad, comercio y trabajo.
Pero eso no podemos hacerlo bajo un trato de subordinación y de cálculo electorero.
Somos naciones amigas y soberanas. México no es una colonia arrodillada.
Para enfrentar esta presión, contamos con los mejores aliados posibles: nuestro y nuestras paisanas migrantes.
Casi 40 millones de residentes de origen mexicano pueden ser el mejor muro de contención para el injerencismo y el cabildeo de los restauradores reaccionarios.
La mayor parte de nuestros connacionales migrantes simpatizan con la Cuarta Transformación, no con la restauración de quinta. Y buena parte de ellos ya tienen el derecho a votar desde el exterior, pero no han podido ejercerlo adecuadamente.
Hagamos una campaña paralela para que ellos y ellas allá y sus familias acá, refrenden su apoyo y simpatía por nuestro Movimiento en la próxima contienda electoral.
Por último, no puedo dejar de mencionar al elefante en la sala. ¡Sí! Al enemigo público número uno de nuestra seguridad y nuestra democracia, que habrá de acechar no sólo a Morena, sino a todos los actores políticos que concurrirán en la elección más grande de nuestra historia. Me refiero a la intromisión de la delincuencia organizada en el proceso electoral y su actuar violento.
Cuidemos -subrayo-, cuidemos el perfil de nuestras candidatas y nuestros candidatos.
Su seguridad, su financiamiento, sus campañas. ¡Cero tolerancia a la menor injerencia de este cisne negro en el proceso electoral!
Esto debería ser un propósito de nuestro Movimiento. En una democracia la violencia, el terror y el miedo, en cualquiera de sus manifestaciones, no puede votar, ni mucho menos vetar a nadie.
Me alegra, doctora Claudia, este evento, y me alegra que todos estemos reunidos.
Lo importante es iniciar unidos y terminar unidos.
¡Que viva Morena!
¡Unidad! ¡Unidad! ¡Unidad!